Confiesa, muchacho de cabellera roja.
Travieso, subes al campanario a reír y tu risa se escucha por toda la comarca.
Yo río más que nadie.
Sé que es una de tus travesuras para alegrar a un pueblo triste,
pero quiero pensar que lo haces por mi.
Cierro los ojos y en cada párpado crece una flor de tus dedos.
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