He clamado al cielo, a pesar de la muchedumbre de mis pecados.
Pedí misericordia para este sufrimiento,
Serenidad para soportar el dolor de la ausencia.
Pero sigo recorriendo el bosque enloquecida, como si me faltara el aire para respirar.
He clavado mis uñas afiladas en mi carne para procurarme ese dolor.
Nada soy sin sus caricias, sin el placer al que me hice adicta.
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