En aquél entonces, yo creía en las palabras, como consignas de amor.
Y vencí el miedo, los prejuicios, jugué el todo por el todo, como debe ser.
El corazón herido de muerte de una mujer niña ,
Aprendí las reglas, luego con sangre y el rostro bañado en sal, y el corazón de muñeca remendado por siempre.
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