Vuelvo a perderme por caminos desconocidos, olvidados hasta por su propia gente, cubiertos de polvo pero descubro tesoros verdaderos, que hago míos. Un antiguo campamento de gitanos dejó una cacerola muy grande, negra, que llevo a casa de Mirtha. Son tan escasas los menajes que poseemos que éste obsequio lo recibe con alegría genuina. Me promete preparar la comida de Navidad en ella,
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