Me sentí mal de haber hecho pasar un momento incómodo a Mirtha. Ella no tenía que sentarse junto a las chicas pitucas de Lima, vestidas a la última moda que la empujaban sin consideración para salir a comprar golosinas. La miraban como a mi doméstica, y a mi me echaban unas miraditas burlonas de lo más desagradables. Ella no merecía esa humillación . Todo por mi afán de enamorarla.
Soy un bruto, la próxima vez que salgamos, si es que acepta mi invitación , será a algún lugar vecino a beber unas cervezas, tal como lo recomendó mi compadre del cuarto del costado. Yo no escucho consejos, sigo sintiéndome superior y malogré una tarde libre y lo peor e imperdonable hice sentir de menos a una chica tan valiosa como Mirtha.
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