El eco de las olas resuena eterno en mi memoria,
entre la soledad y el invierno de esta ciudad desangelada.

La brisa marina se condensa en mi memoria.
Entre cuatro paredes , envuelvo mi piel  entre algas y fragancia.

Las campanas de la iglesia tañen sonidos mustios, ora festivos.
No celebro  fiestas ni bailo con ningún parroquiano desde tu partida.
Vestiste mi  alma de una mácula gris, pintaste de invierno mi casa, mis sueños.

Eres la memoria de la alegría , la risa suspendida en el espacio,
el eco de tiempos felices, la nostalgia que se niega a partir.

 Dos gotas de tu fragancia viven en mi piel.

Olfateo tus pasos por caminos polvorosos,
recorro desesperada arenales y sembríos ,
los  pies destrozados, las manos calcinadas,
convertida en lagartija, en un cadáver viviente,
te hallaré.

Esta tarde tengo ganas de volver a ser una hembra salvaje .
Romper tu camisa en dos y clavar mis uñas en tu pecho anchuroso.
Ay, si  las manos ya me hormiguean de deseo .
Luego de trozar ese torso mío, pasaré a la espalda titánica.
Montaré a horcajadas tu cuerpo y pacientemente lameré cada poro.
Luego, retiraré lentamente la ropa , que cubre mis pechos y con los ojos cerrados,
espero la dicha superlativa de tus labios.
Vamos amor, que la vida se reanuda hoy.