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lunes, 3 de marzo de 2014

4.5

Ella era tan treja como su tierra pedregosa y alta en las cumbres de los Andes.
Terca y empeñosa, no conocí mujer con amor mayor hacia los animale, que Ana. Recuerdo a su Dulce Bis Bis,
una perra que solo le faltaba hablar. Recuerdo una vez aparecí llorosa en su departamento. La perra vino hasta mís piernas  y se frotaba como consolandome. Yo sentía el calor de su amor y sinceramente me hizo sentir mejor. Ana vivía con su marido hacia más de 20 años. Desde la primera vez que lo conoció,  se había acoplado uno al otro.
Sé también que cada vez que él iniciaba un negocio, ella sufría. Sabía que las informalidades de su marido eran golpes directos al rostro, y ella callaba. No se quejaba. Se limitaba a bajar la cabeza y hacerme otro té. El no era malo , Solo un soñador de 60 años , que seguía creando proyectos que no se  concretaban sino en su mente. Ella tenía una alto puesto y era responsable de un museo y de la economía de la casa. Entonces para él, las cosas eran más fáciles.
Por qué nunca la escuché quejarse, Por qué apañaba todo lo que el hacía .?  Sé perfectamente que perdieron un departamento precioso que mi amiga buscó y encontró a su medida. Le gustaba porque estaba ubicado en una torre alta y tenía una vista espectacular. Un buen día regresaron y el banco los embargó. Estuvimos distanciadas por mi culpa pero siempre buscándonos en una ciudad pequeña.   La educación familiar marca . Y ella reverenciaba  su marido y nada dijo en contra de él. Ya perdí la cuenta de cuantos departamentos han perdido pero yo no soy nadie para juzgarla. Quizás un motivo poderoso es también el terribler miedo a la soledad y y a su enfermedad que avanzaba progresivamente.
Creo que sus razones tenía y además la alegría de ese hombre era una luz en su hogar.Ella y yo misma a festejabamos cada chiste porque él era muy ingenioso y una mujer es feliz con el hombre que la hace reír. 
Sus buenas cuitas teníamos. Ella dejó de contarme para no recibir mis regaños, que ninguna gracia le hacían. Pues las pruebas de la vida me hicieron dura , y además con ánimo de ayudarla a pensar. 
Hasta que me di cuenta que era su vida y era feliz así y poco hacía yo preocupándome por cosas que solo existian en mi cabeza. 
Que siempre tengo la cabeza revuelta es un hecho, y sé que no soy la más indicada para aconsejar a nadie que no me lo pida.

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