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domingo, 2 de marzo de 2014

Capítulo 2.-

Si he escrito que el piso de tierra tiene el sabor de la tristeza, el añil es el color de la felicidad. Una ventana añil en una casa cualquiera, un pedacito de ese color Con esa vista , soy simplemente feliz, con el perdón de todos los amargados que viven rumiando.
Fueron largos , desesperantes  meses de verano, con una ola de calor única ,en pura sequía poética . Llegué a pensar en dejar la poesía, y de pronto hoy domingo 02 de marzo mes. baja como agua fresca , limpia como  de un puquial la inspiración necesario para escribir una nueva nouvelle.
Hablé de mi  soledad congénita , mi poco gusto a  salir después de las diez de la mañana , mi fobia social,  a menos que sea a comprar libros o videos,  sí. Mi enfermedad  rige mi vida por los horarios y los medicamentos pero en nada soy impedida, ni baldada, claro a veces sí, cuando me internan, pero internada la paso bien, también.
Llevo mi enfermedad con el mismo humor e imaginación que he aprendido de mi esposo.
Así como las decisiones  de mi vida no fueron muchas de ellas, las más acertadas, creo que la locura hace que disfrute mucho más de la vida que aquella gente que solo piensa en comprarse ropa de marca o la casa en el balneario de moda. 
La locura me da una gran libertad para vivir, valorar las cosas que la vida me ha dado. Lo sencillo. Una tarde fresca y amarilla con flores añil, de la mano de mi esposo .Ver  juntos videos es algo que no tiene precio. Tiene un valor que ha costado sangre.
Ser escritora me ha permitido a estas alturas de mi vida usar mi locura para fugarme del mundo ,cuando este se me hace muy pesado de llevar sobre las espaldas.
Imagino situaciones, lugares y me instalo mentalmente, con la magia de la imaginación a conversar con mi nieta , a la que no veo hace mucho. La veo sentada en la iglesia en una cornisa .Hablo con Leoncio , él sabe perfectamente seguirme la cuerda, y comentamos la ropa que lleva , y que mi niño chico Leoncio es el niño rey más hermoso que  la tierra haya creado jamás.
Siempre quise ser libre y lo soy ahora que escribo  para mi misma , para las personas , pocas que me quieren y punto. Doy trabajo, por lo tanto formo parte de la cadena productiva. No soy ninguna informal ni parásito.
Y me rio mucho. Mis recuerdos trágicos están sedimentados en el fondo de la piel. No me molestan ni en pesadillas pero que he sufrido , sufrí  muchísimo y me divertí también. Me  pregunto que chica de San Isidro ha sido testigo de los malditos 80, cuando los poetas más brillantes de esta generación y esta humilde oyente nos reuníamos cada noche a beber hasta la embriaguez en el Wony.
Cómo me gustaba el olor a cemento con cerveza del piso.
La cal de las paredes del Centro de Lima, ver el amanecer allí mismo en la Plaza San Martín, bailar en el Jirón de La Unión el valse Tronco Viejo junto a una vendedor de casettes  ,al lado de los transeúntes que  pasaban en manada.

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