Un tiempo no importó su falta de caricias,
y su lista gigantescas de necesidades.
Siempre lo complací.
Una tarde , una luz interior,
me advirtió sobre mi pobre autoestima,
su flojera crónica para mantener la comedia.
Me aburrí , sentí vergüenza de mi misma
Ahora continúo con mi esposo,
en una relación cálida y estrecha.
Ese desliz tiene un nombre .
Se llama soledad.
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